Translate

24 junio 2009

Juan Ripollés. ¿Calidad o Marketing? ¿Gusto o Inversión? (I Parte)

Estimados lectores.

Quiero inaugurar este blog, hablándoles de quien es sin duda y desde hace mucho tiempo, la figura artística más popular y representativa de la plástica de Castellón, y yo me atrevería incluso a decir que también, de la Comunidad Valenciana. Por supuesto que me estoy refiriendo a Juan Ripollés (Castellón 1932), ese singular personaje que solemos identificar como “el loco de los cuernitos”, con su barba cana llena de margaritas, que anda desnudo por el campo y que siempre lleva su característica ramita de romero en la boca, ese que desde hace algún tiempo la critica lo ha identificado con el nombre artístico de “El beato Ripo” esto de “beato”, no se si es por la cara de felicidad que siempre muestra Ripollés en sus apariciones o por la veneración que se le tiene (debe ser por lo segundo). El caso es que su obra, se encuentra diseminada por toda la extensa geografía de esta zona, sorprendiéndonos en cada rincón de esta ciudad; edificios, plazas, rotondas y jardines, son distinguidos por sus piezas, haciéndose eco y escenario ideal de su trabajo, sus exposiciones superan en mucho, la decena en solo un año de trabajo, (sin duda una gran productividad) lo cual nos ofrece la posibilidad de disfrutar simultáneamente de sus obras en galerías de Paris, Ámsterdam, New York, Madrid, Barcelona y Valencia entre otras muchas ciudades del mundo, su trayectoria artística es muy extensa, con lo cual, no me sorprendería en lo más mínimo, que en algún momento se pensara también en la posibilidad de colocar alguna de sus singulares figuras “ovomorfas” en la luna, aunque teniendo en cuenta el interés que se esta poniendo en los acuerdos internacionales, por el control de la basura espacial, seria algo difícil, pero no se entristezcan sus admiradores, todo se andará.

Por otra parte, no hay en estos momentos en la ciudad de Castellón, ningún importante acontecimiento cultural oficial que se precie, que no le tenga presente, bien sea en forma física o mediante su obra. Un acto cultural, realmente significativo, carecería de autentico valor, si no ha estado presente el pintor, o no te has podido llevar a casa uno de sus inagotables y muy parecidos grabados, hechos sobre papel manufacturado que él, o sus ayudantes confeccionan.

Ripollés se ha convertido en sello de denominación de origen, de ahí que tanta difusión, haga que le conozcamos todos, los de aquí y los de allá, los que estamos vinculados al arte de alguna manera, o aquellos que no han entrado nunca ni a una galería o a un museo, tan vital y recurrida resulta su presencia, que incluso, en Septiembre del año pasado, (año 2008) se programó una actividad por parte del Excelentísimo Ayuntamiento de Valencia, para que presentara su obra a un grupo de 23 invidentes, sí, como lo han leído, invidentes, y no es que me parezca mal que alguien limitado o imposibilitado de tan preciado sentido, se le prive del conocimiento y disfrute estético, en absoluto, pero creo que existen en estas tierras del Mijares y el Turia, otros referentes mucho más internacionales y de mayor valor de aportación estética y artística, que deberían conocerse antes, que al singular Ripollés, ya que correríamos el riego con actos como estos, queden superados, desconocidos, o en el peor de los caso olvidados, grandes maestros de la historia del arte de esta Comunidad. Pero es que nadie puede quedarse si disfrutar de la magnifica obra del maestro Ripollés, nadie, todos tenemos que conocerla, los que tenemos la posibilidad de ver y también los invidentes.

La obra de Ripollés se ha convertido en un valioso producto, que aunque “no guste”, como suelen decir una inmensa mayoría de las personas a las que les pregunto e incluso, que tienen alguna pieza en propiedad, todos la quieren tener colgadas en su casa, quizás no en la pared principal del salón, pero si en alguna otra, que nos permita mostrarla a los "distinguidos" amigos que nos visitan, con lo cual, esta extraña situación provoca en mi varias interrogantes, algunas de ellas sin respuesta aparente, como: ¿Es oro todo lo que reluce?, ¿Hay en efecto una calidad que ampara tanto bombo y platillo? ¿O es todo producto de un marketing interesado y muy bien orquestado por parte de los “poderosos” coleccionistas que atesoran decenas de sus piezas en sus casas y que quieren expectantes ver traducido en dinero, esas infantiles e incomprensibles imágenes de extraños monigotes?, ¿Es devoción por el arte, o simplemente inversión de futuro cual plan de pensiones?

Iremos por partes, pero antes de dar comienzo a este articulo, quiero manifestar que este no responde a un posicionamiento de preferencias y gustos, ni a la defensa de tendencias enfrentadas con la propuesta de este pintor, sino a una valoración contrastada y fundamentada en diferentes factores técnicos, artísticos, circunstanciales y de antecedentes históricos, que me han permitido hacer una valoración, (siempre desde un punto de vista personal) sobre las causas y efectos de este particular fenómeno de masas, que es sin duda Juan Ripollés. Dicho esto, no seré yo el que pretenda dar una respuesta categórica y concluyente al respecto, no es mi intención, y por otra parte, en arte muy pocas cosas lo son, y es que aunque pueda intuir una aproximación a la verdad del fenómeno, no tengo pruebas que demuestren tal verdad y por consiguiente, el riesgo a equivocarme resultaría innecesario, pero sí me permitiré hacer una valoración de las “aportaciones” y “calidades” que amparan tanta devoción y presencia de esta obra en nuestra ciudad, así como sus valores estéticos y artísticos, pues a fin de cuenta es mi opinión, que aunque siendo la de un especialista en esta actividad creativa del quehacer humano, no dejaría de ser eso, solo mi opinión, así que vamos allá.

Si hacemos un repaso visual por la obra de Juan Ripollés, evidenciamos claramente que hay dos principales fuentes directas de influencia que se le pueden atribuir, por una parte, la del pintor bielorruso-francés, Marc Chagall y por otra, la del malagueño Pablo Ruiz Picasso, de este ultimo, de aquellas obras posteriores al Cubismo, donde se muestra mucho más expresivo y sintético en lo formal.

Es curiosamente significativo, como estas influencias en la obras de Ripollés, responden a un tipo de figuración muy esquemática y sintética, fundamentalmente en sus formas, aunque también podemos encontrarla en el color, algo que nos pudiera parecer equivocadamente fácil, por su similitud a un resultado casi infantil en el tratamiento del dibujo, pero que no lo es en absoluto, al menos no en el caso de estos dos artistas (Chagall y Picasso) donde este resultado responde a un largo proceso de síntesis y depuración técnica por el que han tenido que pasar sus obras. Picasso por ejemplo, perfeccionó en los primeros años de su carrera una técnica, que le posibilitaría luego, abordar sin apenas dificultades, sus motivaciones y temáticas; en los comienzos, con palpables influencias de los maestros que le antecedieron, pero dejando a flote cada vez más, un singular resultado y una clara personalidad en sus obras, con solo 15 años, sus obras de juventud, podrían hacer palidecer al más aventajado académico, como podemos apreciar en su obra "Ciencia y Caridad" realizada en 1898 cuando apenas tenía 17 años (en imagen) y es que las influencias en arte existen siempre, son y deben ser incluso necesarias, ya que no se puede partir de la nada a la hora de crear y siempre hay un punto de referencia para cualquier propuesta, pero de ahí, a no ser capaz de superar las fuentes de donde bebemos, es sin duda un rasgo de mediocridad, inmadurez y falta de autentico talento y es lo que a mi entender, ocurre con la obra de Ripollés, donde estos largos y complejos procesos de depuración y aprendizaje en el proceso de creación, no solo no han existido, sino que no forman parte de su método, su manera de “crear” es más irracional, accidental y caótica, lo cual produce un resultado más repetitivo, pobre e irresponsable, aspecto este ultimo, que abordaré de manera detallada, en un próximo artículo.


(En imagen - P. Picasso "La muerte de un torero" 1933).

Ripollés se ha considerado siempre incapaz de someterse al rigor y la disciplina del oficio y ha justificado esta actitud, con el tópico pero siempre atractivo discurso de su “incontrolada” creatividad, algo que para el gran público neófito de estas cuestiones, resulta siempre una característica muy publicitada, del clásico pintor bohemio y contestatario, que con relativa frecuencia aparece en las películas y en la literatura romántica de finales del XVIII y principios del XIX, pero sin duda que está muy alejada de la autentica realidad de la inmensa mayoría de los artistas serios y de verdadera trascendencia en sus aportaciones. Y es que negar la naturaleza de un pintor, entendida esta en su estrecha relación (que no dependencia) con los aspectos del oficio, es un absurdo y una gran incoherencia. El propio Ripollés ha manifestado en infinidades de ocasiones, desde su ignorancia, con tono sarcástico y con ingenuidad prepotente, que nunca le ha interesado aprender del oficio de pintor, manifestando una y otra vez en cada entrevista que se le hace, que no sabe dibujar y nunca le ha interesado aprender y someterse a la disciplina y dedicación de tan importante recurso técnico. No se quien en este caso es mas inconsecuente, si alguien que sin saber pintar pinta, o aquel que nos "vende" al pintor con tales carencias.

Sinceramente pienso que al producirse tal incongruencia, en la manera de entender el aprendizaje de este oficio, sus capacidades técnicas y representativas, son cuanto menos, pobres, vulgares y muy limitadas, de ahí que sus trabajos hayan tenido prácticamente la misma figuración desde sus comienzos hasta ahora, y esto no tiene nada que ver con un sello o un “estilo” personal del pintor, como muchos críticos nos quieren hacer ver, NO, sino con una clara limitación e incapacidad técnica, que le impone la falta de recursos plásticos a este pintor.

(En imagen - J. Ripollés "Desastre en la corrida" 1975).



Algunos creerán que mi análisis parte de un posicionamiento absoluto en defensa de los aspectos artesanales y/o de oficio del pintor y se equivocan, siempre lo he visto como un complemento muy necesario y de estimulo a la propia creación, pero no absoluto, entiendo la diferencia que hay entre arte y artesanía, pero lo que no puedo aceptar es que algunos piensen que este aspecto no es importante y que la creación surge como algo “espontáneo” casuístico o accidental, como una especie de “Don” que solo se otorga por voluntad divina, no es cierto, Leonardo Da Vinci, nos decía “El genio se crea con dedicación y trabajo” nunca nos hablo de ese "Don divino", ni de factores de inspiración espontánea, solo de dedicación y trabajo, pero no entendida como mientras más horas estoy pintando soy mejor y mas original, No, en pintura la práctica por si sola, no garantiza el éxito, por muy trabajador que uno sea, si no lo hace desde el análisis, la experimentación y la reflexión de los resultados, poco o casi nada se puede lograr.

A pesar de la nula o poca importancia que hoy en día, muchos “expertos” le atribuyen al conocimiento y la práctica del dibujo, llegando incluso los más tendenciosos y extremistas, a considerarlo como un recurso obsoleto e innecesario del aprendizaje académico; les puedo decir basándome en la autoridad que me otorga, mi experiencia de más de 25 años, tanto en la docencia, como de especialista en esta disciplina artística, que no se puede interpretar una forma, si no la conocemos, que no es solo dibujar bien el “exterior” de un objeto, sino que debemos penetrar en su esencia única y para ello, no solo debemos limitarnos a imitar lo que nuestro ojos ven de la realidad objetual, entendida esta, como la material o extrasomática, sino a penetrar en la particularidad y distinción de los conceptos que conforman esa realidad, como decía Velázquez, “no se trata de pintar las hojas de los árboles, sino al bosque”. Quizás aquellos que ahora defienden esas absurdas teorías de la falta de necesidad de aprender bien el oficio y sobre todo a dibujar, fueron victimas de profesores incapaces de transmitir ese sentimiento por el dibujo y mas que enseñarles la utilidad y la necesidad de amarlo, les pusieron a realizar mecánicamente ejercicios de imitación, haciéndoles beber solo de la superficie de las cosas y no de la distinción de sus realidades y aquellos que hablan, sin haber pasado por una academia de Bellas Artes, son sencillamente unos ignorantes . El discurso visual que pretendemos hacer todos aquellos que estamos vinculados a la imagen, debe partir de un conocimiento profundo del dibujo, primero tenemos que conocer bien el motivo sobre el cual queremos tratar, antes de poder interpretar o plasmar su síntesis, pues de lo contrario, nos quedaríamos en lo superficial, repitiendo hasta la infinidad, siempre la misma formula, haciendo cada vez mas repetitivo y pobre los resultados, es decir, seriamos victimas indiscutibles de nuestras limitaciones e incapacidades, lo cual pienso que es lo que ocurre, en el caso que nos ocupa.

En Ripollés, el discurso de sus pinturas no solo es pobre en los recursos técnicos que maneja, sino además trasnochado, estoy convencido de que este tipo de figuración, se hizo mucho mejor y con mayor coherencia contextual e histórica, hace ya mas de 100 años con las pioneras vanguardias y si hay duda de ello, solo habrá que observar las pinturas de Chagall, Dubuffe, Matisse, Miró, Paul Klee y el siempre magnifico Pablo Picasso en sus etapas posteriores al cubismo, para percatarnos de la "gran originalidad" que se nos quiere vender, siendo precisamente en esta etapa de Picasso, donde apreciaremos claramente, esa preocupante similitud con las producción que a hecho Ripollés durante toda su vida. Es notoria la pobreza compositiva, casi siempre centrada en una pieza única como elemento protagónico, carente de armonía en los ritmos y sin una lectura visual que la aglutine, es pobre además en los contenidos y en la reiteración constante de la esquematización de la imagen, compuesta principalmente de esas figuras “ovomorfas”, que no son representativas de nada, es decir, ni de pueblo y nación, ni de región y cultura, ni de lugar y costumbre, y si no, pensad en el gran Sorolla, español, mediterráneo, luz y Valencia, sin duda un claro símbolo de aportación y representación cultural de esta comunidad y nación. Y es basándome en todo esto factores por lo que pienso, que en las pinturas y esculturas de Juan Ripollés, hay desde hace muchos tiempo (yo diría que desde siempre) una evidencia incuestionable de agotamiento formal y temático; por lo que no es oro todo lo que brilla y ese valor que se le atribuye a su obra, pienso que tiene que ver más con factores de especulación del mercado del arte y de otro tipo, pero muy poco o nada, con aquellos que nos hablan de las autenticas y significativas aportaciones en el mundo del Arte. Y el que no lo quiera ver así, será porque sus aplausos solo van dirigido a un concierto que nunca escuchó, porque nunca lo hubo o es cómplice de una propaganda cultural engañosa y sin duda muy cuestionable.

Quizás este artículo pueda parecer impertinente, innecesario y hasta inconveniente para algunos, supongo que los más afectados con mis palabras sean aquellos que tienen en sus casas una gran cantidad de piezas de este pintor, imagino que los más ofendidos sean los más ignorantes y también aquellos que más han invertido en la promoción y venta de este insustancial producto, sin duda estos últimos, los de mayor responsabilidad y desvergüenza, ya que al menos, el pintor siempre ha sido consecuente y coherente con sus limitaciones. Pero los que nos han “obligado” a comprar este producto que lleva en su simiente la cualidad de lo efímero, son sin duda de una inmoralidad perentoria.

No he mencionado en este artículo, los problemas de conservación que pudieran aparecer en algunas piezas que poseen algunos coleccionistas, sobre todo en sus interminables "Técnicas Mixtas" supongo que también sea consecuencia de esa “incontrolada” creatividad de su autor, que le ha imposibilitado también a estudiar y conocer en profundidad, las características y cualidades químicas de los productos que usa, pero eso es otra historia que la abordaré en una próxima entrega, si nada ni nadie lo impide.

Les invito ahora a que reflexionen y a que busquen respuestas, a parte de mantener activo nuestro cerebro, es una buena formula para diferenciarnos mejor de los peces.
Mis cordiales saludos a todos y hasta la próxima entrega

Amaury Suárez

Continuara…