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24 octubre 2009

“Versionando” la versión de Lorenzo.

Estimados lectores:


Generalmente cuando se pretende hacer una versión de algo, o como se suele decir ahora “versionar” una(s) obra(s) conocida(s) sean estas musicales, teatrales, literarias, cinematográficas o de cualquier otra disciplina artística, es porque la “nueva” propuesta que se nos presenta, procura, tiene o persigue exponer, un punto de vista diferente sobre aquella que, al menos en apariencia, la tenemos como muy conocida, tratándose de revelar con ese acto, una “nueva” versión sobre una realidad que pretende ser mucho más personal, reivindicativa, innovadora, reflexiva, contestataria o critica con el original, independientemente de que siempre la idea originaria adquiere una supremacía sobre cualquier versión que se haga de ella, por el solo hecho de servir como inspiración a la nueva propuesta y solo en raras excepciones, es que podemos ver y comprobar, que las segundas partes resultan ser mejores que las primeras.


De no producirse ese efecto, lo que obtendríamos sería una repetitiva y muy mala aproximación al original, que lejos de honrar a la fuente inspiradora de donde se parte la convierte en un patético homenaje de imitación más propio de superfluos copistas, o en el mejor de los casos, “artistas” de poca monta, que poco o nada aportan con su trabajo al ámbito artístico, los cuales hubiese sido mucho más gratificante, que ante la osadía de exponer la desafortunada “versión” preferiblemente ésta nunca hubiera salido a la luz.


Si esto sucede en las Bellas Artes, concretamente en la pintura, la irresponsabilidad y el riesgo que asume quien mal utiliza ese recurso de apropiación para “versionar” es aun más alto, haciéndose más penoso y desafortunado pues hoy en día, siempre habrá un libro o una imagen publicada de muy buena calidad y si es preciso, a todo color, que ponga de manifiesto el fraude o la falta de talento de quien se atreva a hacerlo, y que actuará como un despiadado critico ante la “nueva” versión de la propuesta, poniendo en clara evidencia la mediocridad no solo del discurso en la “nueva versión”, sino también la de su propio autor.


El recurso de apropiación, al menos en su sentido semántico, es algo que de alguna manera, siempre ha estado presente en la historia del arte (concretamente en la pintura) este ha sido utilizado por los artistas a través de los tiempos. Desde la apropiación directa e inspiradora de la realidad objetual, (paisaje, bodegones y figuras humanas reales o idealizadas) hasta los motivos y las escenas mitológicas, bélicas o religiosas, que luego de ser tratadas por los primeros maestros, eran retomadas por los discípulos y que en muchos casos, se veían superados por estos. Otra manifestación de apropiación la hemos visto y aun la seguimos viendo, en las marcadas influencias de las escuelas y los maestros, que con un equivocado o precario enfoque de la docencia y la pedagogía, eclipsan la personalidad pictórica de los alumnos, lo cual trae como consecuencia la difícil tarea de reconocer la autentica “mano” del discípulo, de ahí la recurrida frase de…, “esa obra, o ese pintor, pertenecen a la escuela de tal maestro”.


Pero no es hasta el declive de las vanguardias y concretamente a partir de la década del los años 70, bajo el pretexto de las modas post modernas, que este recurso de apropiación alcanza un mayor uso y además un significado muy diferente a su definición semántica, donde la obra de arte pierde su condición de única y exclusiva, para transformarse en un recurso de pertenencia colectiva o lo que es lo mismo, un recurso iconográfico de todos. En su aspecto formal, la obra puede ser compartida por varios autores, pero siempre y so pretexto, de una clara intención conceptual que se debe ilustrar en una propuesta nueva o al menos; de incuestionable diferencia con la fuente de donde se parte, el artista no solo recrea una segunda o tercera realidad con su nueva obra, sino que además, y más importante aun, un nuevo discurso, apoyándose para ello en una iconografía ya tratada anteriormente por otro artista. Esta nueva condición de apropiación en el uso de la imagen, trae consigo que el “nuevo” resultado recreado, muchas veces fluctúe dentro del peligroso equilibrio que hay entre el coherente y bien aplicado uso del recurso de apropiación, (sustentado en su justificación conceptual) las evidentes influencias que intervienen en una interpretación o recreación “confusa” y la copia más insolente, vacía y burda, desprovista de un autentico valor, muy propia de aquellos que solo saben beber de la superficie de las cosas y no de la verdadera esencia de las mismas.


De la obra de la que hoy voy a opinar, es de la que surge recientemente del trabajo del pintor Lorenzo Ramírez (Borriol 1952). Un pintor (ex empleado de banca) de notable dibujo y con gran afición por el color, a veces tratado “hermosamente” gratuito en el uso que aplica en sus cuadros. Los temas que generalmente este pintor ha abordado con sus trabajos, (al menos desde hace 19 años) han sido el de las escenas costumbristas, principalmente las taurinas y las que recrean ilustrativas alegorías de las fiestas tradicionales de Castellón, y también el paisaje mediterráneo, este ultimo, con gran influencia del maestro Juan Bautista Porcar Ripollés (1889 -1974) principalmente en su aspecto compositivo, colocando intencionadamente los horizontes bajos, para atribuirle mayor protagonismo al espacio que ocupa el cielo, en la obra paisajística.


La indiscutible afición de Lorenzo por la pintura, la constancia y dedicación en sus cuadros por los temas regionales, así como su activa participación en otras asociaciones culturales como es el caso de su ingreso en los Caballeros Templarios de Castellón (que le han designado como Maestro Templario el pasado año 2008) han hecho posible su popularidad a nivel local en los ambientes culturales. Recientemente ha inaugurado una exposición en la galería Real, titulada “Morir por amor” en la que nos ofrece su particular visión pictórica del drama histórico de los Amantes de Teruel, tema que reside en lo histórico – costumbrista, en el que Lorenzo, se hace más singular y notable, aun cuando por razones de preferencia personal, no voy a opinar de esta exposición hoy.


Pero sí voy a hacerlo de una pasada muestra (repetida en dos ocasiones) que este pintor expuso primero en las Aulas, en marzo del 2008 y luego en el castillo de Peñíscola el pasado agosto de este año 2009 y que en ambas ocasiones tituló “Versionando a Picasso”. Como dice el sabio refranero popular, “All that is gold does not glitter” algo que con estas pasadas exposiciones de este pintor y que hoy voy a comentar, resulta ser una oportuna frase para ilustrar un buen ejemplo de ello.


Como ya queda explicado al principio de este artículo, la simple repetición de los patrones formales de la obra referente, no basta para recrear una nueva versión o realidad, mucho menos para aportar un nuevo discurso o resultado artístico, ya que es necesario penetrar en el significado de las intenciones conceptuales de un tema, para hacer más elevada nuestra propuesta; no basta con cambiar la composición, hacer mas “lindo” el color o dibujar del original, temerosas alteraciones de su forma para llegar a un resultado verdaderamente valioso. Es necesario aportar algo más, no basta con estudiar el continente, sino además el contenido de la fuente de donde partimos, pues de lo contrario, nuestra lectura se hace simple, insulsa y de trivialidad aficionada.


Pienso que para versionar la obra de Picasso con verdadera objetividad y respeto al maestro, es necesario ser algo más que un pintor con dotes y aficiones, no se trata de recrear la forma esquemática de su dibujo en su distinguida y universal etapa, que por otra parte, es siempre la que suelen utilizar para los “experimentos”, (sean estos en forma de huevo o para hacer versiones mas o menos amables de color) quizás sea porque se piensa equivocadamente que es esta la mas fácil de resolver, pero no se trata de hacer un parecido exterior y superficial de sus cuadros, sino de estudiar seriamente las causas que motivaron esa aparente “sencillez” y ese esquematismo expresivo de su dibujo, solo así, se puede beber de su realidad universal; pues como el mismo genio malagueño dijera, “Realismo no es hacer las cosas reales, sino la realidad de las cosas”.


Espero y deseo que para la próxima versión que Lorenzo Ramírez haga de otro artista (si es que hay otra) tenga muy en cuenta estas consideraciones y sepa ver mucho más que las simples apariencias, sin duda el resultado de su trabajo se hará realmente serio y respetuoso con la fuente inspiradora, pues de lo contrario, volveremos a ser testigos de una simple caricatura como esta que nos ha presentado en dos ocasiones y que espero no exista una tercera, pues aunque agradable en su color y vistoso en los formatos de los cuadros de la muestra, no deja de ser solo una graciosa versión de aficionado que sinceramente pienso no le hace justicia, pues creo que en arte se debe aspirar a algo más, no solo por el bien de nuestros ojos e intelecto, sino por el del propio pintor.


Muchas gracias y hasta la próxima entrega.


Amaury Suárez


In memoria: Este artículo fue escrito a solo unas horas de cumplirse un aniversario más del natalicio del maestro, Pablo Ruiz Picasso (Málaga, 25 de octubre de 1881) sirva este como recuerdo.