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14 julio 2011

Moreira y sus diálogos enfrentados.

Estimados lectores.

Quizás nuestra ciudad sea de esas que están condenadas a sufrir la injusta proporcionalidad, de que por cada buena exposición que veamos, nos toca padecer un mínimo de 3 que no necesariamente están a la altura deseada, algo que se puede comprobar visitando la que en estos momentos se exhibe en el centro cultural provincial “Las Aulas” del polifacético artista Alberto Moreira, la cual permanecerá abierta durante todo este mes de julio, y que lleva por titulo “Diálogos Surrealistas”.

Ayer estuve por la tarde visitándola y después de verla me pregunto… ¿¡Qué culpa tiene el surrealismo para merecer esto!? No se si el titulo responde a una vulgarización del lenguaje para definir situaciones y/o actos inconexos, o sencillamente a un desconocimiento de las características de intenciones y propuesta de dicha vanguardia, pero lamento mucho que al surrealismo (como vanguardia) se le utilice con tanta ligereza, para justificar un resultado plástico que aun llenos de buenas intenciones, se presenta con tantas carencias tanto formales, como de discurso. Y como si esto no fuera suficiente para alimentar mi confusión, leemos en las palabras del catálogo, que firma un o una tal J. Ferrara, que la pintura de Alberto Moreira… “destaca por un primitivismo propio de las vanguardias más actuales”… ¡Pero como se le puede decir esto al público y luego poder irse a dormir tranquilamente! Confundir primitivismo (que no representa ninguna vanguardia reciente, ya que su origen data de finales del siglo XIX) con lo que a todas luces podría estar más cerca a un mal ejemplo de aquel movimiento neoexpresionista surgido en los años 70´ (por lo que de “actual” poco) llamado “bad paintig” solo puede ocurrírsele a alguien, que es amigo o familiar del pintor que expone (y ya sabemos que tanto unos como otros, mienten a menudo en estas cuestiones) o porque el que escribe es ciego, y en este caso mejor que se dedique a la venta de billetes de lotería (ya que no solo es más coherente, sino además muy rentable) o porque sencillamente no sabe nada o muy poco sobre historia del arte, y en este hipotético y ultimo caso, siempre es mejor callarse para no confundir al personal, que sofocado por este agotador calor del verano, decide ir a ver las exposiciones a las galerías de nuestra ciudad. Sea cual sea la causa que provocara este comentario, de lo que no hay duda es que esta viene revestida de una clara irresponsabilidad, máxime, si quien la expresa permite además la publicación de sus palabras en el catalogo de la muestra. Pero dejemos a un lado a este supuesto amigo o familiar invidente y “erudito” crítico del catálogo y volvamos a las pinturas de Moreira.

De muy limitada y caricaturesca podríamos calificar esta exposición de Alberto Moreira, donde la escasez de los recursos plásticos empleados, así como el uso del color, arrojan un resultado simple y muy aficionado. Por otra parte, la figuración y los tratamientos empleados por Moreira, propios de este lenguaje neoexpresionista (bad painting) no llegan del todo a ser coherentes con las intenciones reivindicativa de este movimiento, que tanto tenia que ver con la subcultura, las ideologías marginales y el rechazo hacia el “buen gusto” o lo “bien hecho”, quedándose en un resultado de “quiero y no puedo” que no se corresponde con lo auténticamente “descuidado” y rompedor de este movimiento al que le vinculo. Sus cuadros se mueven en una limitada gama de calidos con gran predominio del rojo (sin apenas matices) del blanco y de los tostados oscuros (casi negros) que se fragmentan toscamente, en un uso torpe de la espátula y el pincel, pero que a la vez, me transmiten una cierta racionalidad por el cuidado compositivo y orden del color. Sus composiciones son de gran literalidad ya que no sugieren, sino describen las escenas, que como ilustración de un “storyboard” (guión gráfico) aluden en todo momento al personaje cinematográfico de “Charlot” (memorable creación del gran Charles Chaplin en sus películas) que Alberto Moreira utiliza como hilo conductor de las escenas.

No se que motiva a Moreira a utilizar este cinematográfico personaje en sus obras, no se si quiere hablarnos de humor, de ironía, de la tragicomedia de la vida, de la realidad ilusoria y falsa en la que hoy vivimos, o sencillamente le gusta pintar a ese entrañable hombrecillo con sombrero hongo y pequeño bigote negro que tanta celebridad mundial alcanzó, allá por los primeros años del pasado siglo XX con el cine mudo. En cualquier caso, tanto el resultado técnico, como también de discurso, adolecen de una intención más elevada y culta en el concepto general de la obra. La trascendencia comunicativa que debiera estar presente en su obra, resulta sencillamente pobre, insustancial y mediocre, algo que la ridiculiza y la menosprecia. Quizás sería bueno decirle a este pintor, que tanto si se quiere hacer una obra neoexpresionista, como una primitivista o incluso una surrealista, es de vital importancia tener en cuenta su aspecto conceptual o de discurso, para no caer en clichés o estereotipos que solo hace evidenciar el carácter aficionado tanto de la obra, como de su autor. Desde el poeta francés Guillaume Apollinaire, pasando por Rene Magritte, Paul Delvaux, Giorgio de Chirico y hasta el egocéntrico y siempre artista Salvador Dalí, todos fueron creadores (en este caso surrealistas) muy ocupados y preocupados, por la claridad y trascendencia comunicativa de los discursos de sus obras. Y en este sentido, es bueno que lo tenga siempre muy presente, el amigo Alberto Moreira. En pintura (como en otras disciplinas del arte) cada forma debe ir respaldada coherentemente por un contenido y viceversa, porque de no cumplirse esta máxima, solo haríamos artesanía, o aburridos panfletos con pretensiones artísticas.

Para ilustrar con un ejemplo que viene muy a tono con este pintor. Esto sería igual, como cuando un músico de cavaquinho, (la verdadera profesión de nuestro amigo Moreira) pretende “tocar” sin amplios recursos técnicos e interpretativos, los pinceles de pintor con la misma destreza que un experimentado guitarrista. La “obra” resultante puede ser cubista, futurista y hasta surrealista si queremos, sí, pero con una gran desafinación o disonancia; en esta ocasión, para nuestros ojos.

En cualquier caso y a pesar de mi opinión, ya saben que suelo invitar a todos ustedes a visitar todas las exposiciones de las que hablo en este blog, y en esta ocasión no será diferente. Creo firmemente que siempre podemos aprender algo, aun de aquellas que como ejemplos de esa injusta proporcionalidad de la que les hablaba al principio de este artículo, no nos satisfacen mucho.

Hasta la próxima entrega.

Amaury Suárez