Estimados lectores:
Desde el pasado 16 de febrero y hasta el 13 de marzo, estará abierta en el Centro Cultural Provincial de Las Aulas, la exposición “Castelló en la retina del temps” de Antonio Ballesteros (Granada 1940). Una exposición extensa en su número de piezas, cuidada en su presentación y con el valor indiscutible de lo testimonial, y que a primera vista, nos provoca la siempre grata sensación de la técnica de la plumilla. Una exposición que nos presenta obras de alta meticulosidad y limpieza, muy laboriosa, cual encaje de bolillos, pero como en tantas otras ocasiones, donde se ha presentado obras realizadas en esta técnica, cuando esta es sometida a una observación de rigor en las particularidades de su empleo, nos vuelve a resultar desilusionante y pobre en su manejo.
Al margen del desdibujo que encontramos en las escasas figuras humanas que en ocasiones aparecen en las escenas de los paisajes (principalmente urbanos) y de los errores que también comete el autor en la perspectiva lineal de las casa, balcones y ventanas, me voy a referir concretamente al aspecto de la aplicación técnica de la plumilla, utilizada en esta muestra.
Muchos dibujantes que emplean esta técnica, tienden a cometer el error (y entiendo que esto ocurra por un claro desconocimiento de factores elementales del dibujo y que en esta exposición también se aprecia) de aplicar el mismo interés y la misma intensidad del negro, en los diferentes campos visuales del cuadro, atentando directamente contra el efecto de perspectiva que interviene en la profundidad de la obra. Las mismas texturas, con el mismo interés, aparecen tratadas tanto en los primeros planos como en aquellos que se encuentran más alejados de nuestra visual, con lo cual se provoca un lamentable efecto de “aplanamiento” o pérdida de profundidad y por consiguiente, un resultado muy poco cercano a la ilusión de realidad que se pretende conseguir. Esto podría ser fácilmente resuelto, si el dibujante empleara la plumilla después de haber aplicado unas pálidas aguadas de grises, las cuales podrían permanecer intocables en los planos y/o elementos mas alejados y enriquecidas con las texturas visuales que puede realizar la pluma, en los puntos o planos mas próximos. De no resolverse de esta forma, el dibujante estaría obligado a utilizar diferentes puntas en los palillos (mas finas en los planos y objetos más distantes y más gruesas en los primeros) o también se puede hacer, interviniendo menos en el cruzado de la línea según sea el punto en la perspectiva de la obra.
Esto no fuera relevante en una plumilla que se utilizara para una simple ilustración, ya que la imagen cedería protagonismo al texto y por lo tanto los aspectos a valorar, serían más los literarios, que los plásticos. Pero tratándose de una exposición como esta, donde la imagen se nos presenta desnuda, adquiriendo un protagonismo absoluto y donde puede ser analizada también en los aspectos técnico, pienso que una valoración como esta no solo resulta procedente, sino además necesaria.
A pesar de estas observaciones técnicas, coincido con el espíritu de las palabras escritas para el catalogo de la exposición, que en esta ocasión ha estado a cargo de mi colega Jerónimo Uribe, cuando nos dice que hay sinceridad y belleza en sus dibujos. Sin duda la exposición “Castelló en la retina del temps” del veterano Antonio Ballesteros, es de esas muestras, que suelen provocar en el espectador, la dulce complacencia en el rostro, cuando quien mira, lo hace con el corazón.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez
Desde el pasado 16 de febrero y hasta el 13 de marzo, estará abierta en el Centro Cultural Provincial de Las Aulas, la exposición “Castelló en la retina del temps” de Antonio Ballesteros (Granada 1940). Una exposición extensa en su número de piezas, cuidada en su presentación y con el valor indiscutible de lo testimonial, y que a primera vista, nos provoca la siempre grata sensación de la técnica de la plumilla. Una exposición que nos presenta obras de alta meticulosidad y limpieza, muy laboriosa, cual encaje de bolillos, pero como en tantas otras ocasiones, donde se ha presentado obras realizadas en esta técnica, cuando esta es sometida a una observación de rigor en las particularidades de su empleo, nos vuelve a resultar desilusionante y pobre en su manejo.
Al margen del desdibujo que encontramos en las escasas figuras humanas que en ocasiones aparecen en las escenas de los paisajes (principalmente urbanos) y de los errores que también comete el autor en la perspectiva lineal de las casa, balcones y ventanas, me voy a referir concretamente al aspecto de la aplicación técnica de la plumilla, utilizada en esta muestra.
Muchos dibujantes que emplean esta técnica, tienden a cometer el error (y entiendo que esto ocurra por un claro desconocimiento de factores elementales del dibujo y que en esta exposición también se aprecia) de aplicar el mismo interés y la misma intensidad del negro, en los diferentes campos visuales del cuadro, atentando directamente contra el efecto de perspectiva que interviene en la profundidad de la obra. Las mismas texturas, con el mismo interés, aparecen tratadas tanto en los primeros planos como en aquellos que se encuentran más alejados de nuestra visual, con lo cual se provoca un lamentable efecto de “aplanamiento” o pérdida de profundidad y por consiguiente, un resultado muy poco cercano a la ilusión de realidad que se pretende conseguir. Esto podría ser fácilmente resuelto, si el dibujante empleara la plumilla después de haber aplicado unas pálidas aguadas de grises, las cuales podrían permanecer intocables en los planos y/o elementos mas alejados y enriquecidas con las texturas visuales que puede realizar la pluma, en los puntos o planos mas próximos. De no resolverse de esta forma, el dibujante estaría obligado a utilizar diferentes puntas en los palillos (mas finas en los planos y objetos más distantes y más gruesas en los primeros) o también se puede hacer, interviniendo menos en el cruzado de la línea según sea el punto en la perspectiva de la obra.
Esto no fuera relevante en una plumilla que se utilizara para una simple ilustración, ya que la imagen cedería protagonismo al texto y por lo tanto los aspectos a valorar, serían más los literarios, que los plásticos. Pero tratándose de una exposición como esta, donde la imagen se nos presenta desnuda, adquiriendo un protagonismo absoluto y donde puede ser analizada también en los aspectos técnico, pienso que una valoración como esta no solo resulta procedente, sino además necesaria.
A pesar de estas observaciones técnicas, coincido con el espíritu de las palabras escritas para el catalogo de la exposición, que en esta ocasión ha estado a cargo de mi colega Jerónimo Uribe, cuando nos dice que hay sinceridad y belleza en sus dibujos. Sin duda la exposición “Castelló en la retina del temps” del veterano Antonio Ballesteros, es de esas muestras, que suelen provocar en el espectador, la dulce complacencia en el rostro, cuando quien mira, lo hace con el corazón.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez
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