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24 marzo 2012

Zapata la tiene más grande.

Estimados lectores.

Como algo excepcional en este blog, hoy no vengo a hablarles de una muestra de obras expuestas en una galería de arte o espacio público, como casi siempre hago, si no de las que aparecen en el libro Melchor Zapata. "El arte encendido" cuya presentación se realizó el pasado día viernes 23 de marzo a las 12: 00 horas en el salón noble de la diputación provincial de nuestra ciudad y que bajo la autoría del Sr. Antonio Gascó Sidro, profesor de Historia del Arte, escritor, crítico cultural y Cronista oficial de la ciudad de Castellón, nos pretende adentrar tanto en la figura, como en la obra de este popular artista restaurador, pintor y escultor, de origen sevillano, nacido en Alcolea del Río en el año 1946 y que reside en Castellón desde hace más de 40 años, contando en su haber con varias obras (alguna de ellas muy populares y monumentales) como el conocido “Tombatossals” de la Avenida Lledó, “El Árbol” en la rotonda de entrada a la ciudad de Burriana, o el “toro” del parque Ribalta de nuestra ciudad, entre otras.

Debo reconocer (y que esto vaya por delante) que una de las mejores criticas favorables (que no crónica de arte) que le han hecho a mi obra (no se si de forma justa o injusta) es la del Sr. Antonio Gascó. Su sensibilidad y gusto hacia la imagen plástica y el arte en general es incuestionable, así como su conocimiento académico sobre su historia. Que su pluma corone las páginas de este libro con tanta belleza literaria hablándonos de la figura y obra del Sr. Melchor Zapata es sin duda todo un lujo, que unido a las magníficas fotografías de José Antonio Arias Centelles (que sigue demostrándonos cada día el rigor, gusto y profesionalidad de su trabajo) son los principales elementos que hacen del resultado de este libro, una pieza de gran atractivo y belleza; es una lástima (según mi opinión) que en esta ocasión y ejemplo, tanto talento haya sido puesto al servicio de una obra tan carencial en la técnica e intrascendente en su propuesta, algo que me impide justificar la correspondencia entre tan hermoso verbo e imágenes fotográficas y la obra citada.

Me resulta especialmente curioso, a parte de todas esas valoraciones de tipo emocional, de carácter humano y de nobles valores que nos refiere el escritor en su libro, sobre la personalidad del Sr. Melchor Zapata (a mi entender más coherente y provechosa para un diván de psicología, que para un interés artístico) las referencias a las que alude Gascó en cuanto a similitudes entre maestros modernos y contemporáneos con la obra de Zapata; como por ejemplo (y no es la única) cuando nos dice… “abandona la texturación que tanto agrada a los otros dos colegas de estilo” (refiriéndose a los maestros Antonio Marco y Paco Puig) y continua diciendo “para llevar a cabo un rasgo directo, decidido y potente, de signo fauve, de la catadura de Matisse y Kokotchka”. Después de leer esto, puede ser que yo tenga que replantearme realmente una valoración más profunda sobre la obra de Matisse y del austriaco Oskar Kokoschka ya que en lo único que pienso pudiera apuntar erróneamente a una comparativa entre la obra de Zapata y la de estos dos grandes maestros de vanguardia, es en el sentido esquemático (en Zapata caricaturesco) del dibujo. Pues en la obra del sevillano tanto el color, como la forma, resultan simples y anodinos; vacíos de intención, técnica y discurso. Siendo solo en el tamaño de la firma donde éste supera a estos dos maestros referentes; y créanme si les digo que el maestro Kokoschka la tenía grande (la firma) pero sin duda, mucho más grande era su talento. La inmensa rubrica del Sr. Zapata, que curiosamente pudiera contradecir (siempre desde mi subjetiva opinión y rudimentarios conocimientos de psicología) la imagen modesta y humilde que el Sr. Gascó nos pretende dar a conocer de este artista en su libro. Quizás es que realmente no sea tan modesto ni humilde y solo forma parte de un disfraz engañoso, para agradar a los demás, pues ya se sabe que la imagen de un pequeño y simpático gnomo, resulta siempre más tierna, enternecedora y compasiva, que la de un tigre, aunque este último no tenga ni dientes ni garras y el primero esté contaminado con el virus del ántrax, o quizás se trate simplemente de que este buen señor ha perdido vista y necesita nueva graduación en sus gafas, pero lo cierto es que Zapata la tiene más grande que los dos maestros citados por Gascó (y sigo hablando de la firma).

En cualquier caso la pintura no es (o al menos no debiera ser) para aquellos que la entendemos como una actividad elevada, creativa y compleja del quehacer humano; donde tanto el contenido como la forma deben reinar en un resultado armónico de sus intenciones y resultados, un simple pretexto para llenar un lienzo de colores chillones, sin sentido ni orden, tratado con pinceladas que más que enérgicas, son toscas y más que sueltas, son descuidadas, haciendo de la deformación del dibujo un acto gratuito, feo y sin ningún sentido de aportación en su discurso, sino la evidencia de un mal dibujante, donde el tema que se propone se expresa en una desnuda atemporalidad decorativa del motivo, donde paradójicamente no existe un resultado agradable, haciendo de la anécdota un discurso simple y pueril, algo que discrepa abiertamente con la intención y resultado de belleza que vemos en los artistas fauves en general y concretamente en la obra Matissiana donde este artista soñaba con un arte equilibrado, puro, apacible, cuyo tema no fuera inquietante ni turbador, que llegara a todo trabajador intelectual, tanto al hombre de negocios como al artista, que sirviera como calmante cerebral, algo semejante a un buen sillón que le descanse de las fatigas físicas. (Henri Matisse: La Grande Revue, 25 de diciembre de 1908. (Citado por Jean Cassou; Panorama de las artes plásticas contemporáneas. Guadarrama. Madrid, 1961)

Y con relación al otro ejemplo comparativo que se cita en el libro (el de Oskar Kokoschka) tengo que decir que el concepto discursivo abiertamente desgarrador, comprometido, dramático y de denuncia que encontramos en las pinturas de Oskar Kokoschka no es algo que distinga, ni siquiera se encuentre en la obra de Melchor Zapata. Y todo esto sin contar con el valor testimonial y de coherencia histórica de estos dos artistas, que supieron distinguirse y aportar en aquel momento con su trabajo creativo, un valioso legado dentro de la historia del arte del pasado siglo XX y que ya debiera ser superado, pues las condiciones tanto objetivas como subjetivas que lo provocaron, ya no existen. Es por esa razón que hoy no se pinta como en el Renacimiento o el Barroco, bueno por eso, o porque todos aquellos que hoy se acercan a la pintura y dicen ser pintores, no quiere someterse al rigor, dedicación y estudio de tan exquisito resultado técnico, pudiéndoles parecer más "fácil" en su indudable ignorancia, pintar como Van Gogh, Matisse, Derain y Vlaminck o dedicarse a la abstracción para ocultar sus carencias ante el ojo del profano y de ese modo seguir viviendo del cuento como “artista”.

Tengo que reconocer que muchas veces la razón escapa a mi análisis, cuando veo estos “homenajes” que le hacen a estas personas, a veces en forma de libros, otras en magnas exposiciones antológicas y con mayor frecuencia, concediéndoles desde el poder político la asignación para realizar grandes obras públicas que son emplazadas en rotondas y plazas de nuestra ciudad y que ya no es solo que sus obras carezcan de interés o aportación artística en su propuesta, sino que además, en muchas ocasiones estas expresan de manera irrefutable un claro divorcio con el conocimiento técnico y de oficio. En fin, debe ser esto uno de esos fenómenos “paranormales” donde inciden esos factores de tipo “paraculturales”, “paraartístico” o “paraestéticos” es decir, “al margen” de lo cultural, lo artístico y lo estético, que poco o nada tiene que ver con el arte y sí mucho con la economía, las relaciones poderosas e influyentes que casi siempre están vinculadas a esa política que hoy en día todo corrompe y contamina, sin que podamos hacer mucho al respecto, solo escribir en un humilde blog y así hacer catarsis de inconformismo y malestar.

Mientras tanto permaneceré sentado a las puertas de mi morada, esperando ver pasar algún día frente a mí, cabizbajo y en escrupuloso silencio, el cadáver de la mediocridad, el engaño y el poco rigor, que avivan cual “arte encendido” la fastidiosa injusticia que hace del parecer el ser y encumbra la opinión sobre el criterio. Ese día brindaré por el triunfo del arte y la razón y también por los verdaderos artistas, con un buen vaso de vino de las tierras del Alto Mijares y quizás hasta me coma una paella, eso si, hecha con leñas de naranjos.

Henri Matisse
"Mujer con sombrero"
1905.
A pesar de todo, les recomiendo que si pueden hacerse con un ejemplar del libro Melchor Zapata. "El arte encendido" lo hagan, pues siempre es agradable leer un texto escrito por la pluma de D. Antonio Gascó Sidro, donde el sentido y belleza de las palabras, ayudan a construir ese hermoso templo del lenguaje español, donde la crónica se hace arte tanto en el valor, como en el gusto. Y además porque gracias a nuestra libre elección, siempre podemos imaginar otras imágenes como ilustración del texto, como por ejemplo las de Herry Matisse y Oskar Kokoschka.

Hasta la próxima entrega

Amaury Suárez.

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