Estimados lectores:
El pasado jueves 24 de marzo quedó inaugurada en el centro municipal de cultura de la calle Antonio Maura 4, la exposición titulada “Placeres” realizada por el equipo Coca, la cual permanecerá abierta al público hasta el próximo día 9 de abril.
De al menos “curiosa” podría calificar dicha exposición del grupo compuesto por Concha Daud y Carmen Miralles. La primera, Doctora en bellas artes por la universidad politécnica de Valencia y la segunda, pintora autodidacta y licenciada en psicología clínica por la UNED. Y digo esto, porque si bien la idea que esta exposición recoge, resulta muy singular en su propuesta, la manera de ejecutarla dista mucho de provocar en nosotros ese “placer” al que se hace referencia. Desconozco que tal serán ambas autoras en las artes culinarias, pero si cocinan como pintan, cualquier menú de hospital tendría mejor sabor que los platos que ellas pudieran hacer, y pocos serían los invitados de paladares exigentes, que se pudieran sentar a su mesa para degustarlos.
Quizás la clave de este “insípido” resultado pictórico está, en que (según se refleja en el catálogo de la muestra), ambas inciden de manera directa tanto en el proceso de creación de las obras, como en su ejecución; y esto casi nunca suele traer buenos resultados. Y no es porque piense que la ejecución de la obra deba ser asumida por la especialista del equipo, en este caso Concha Daud, ¡NO!, he visto en estos últimos 20 años en España, a muchos pésimos pintores (lo cual no quiere decir que sea el caso) que ostentaban el título de licenciado y doctor en arte, con una formación insuficiente tanto en el campo de lo teórico como en el de lo práctico, donde cualquier curso a distancia on-line, o bien por correspondencia, hubiera arrojado mejores resultados. Y por el contrario, he visto también a excelentes artistas autodidactas no solo con interesantes propuestas en sus discursos plásticos, si no además con una depuradísima técnica que los hacían merecedores del respeto y el reconocimiento tanto de críticos y especialistas, como del público de arte en general. La cuestión está, en que amparados en esa “originalidad” que tiene hoy en dia el ser “moderno”, cualquier experimento que se haga tanto en lo material (soportes, materia pictórica, aglutinantes, usos de instrumentos etc.) como en las ideas o incluso en los procesos de creación, aparece como condición sine qua non en el arte actual y esta exposición pienso que es un buen ejemplo de ello.
A diferencia de una pieza para piano, la cual puede ser tocada a cuatro manos, e incluso a seis por varios intérpretes, un cuadro, (y no hablo de una acción plástica) solo puede responder a su esencia de pieza única e irrepetible, cuando es ejecutada por un solo autor, solo así esta alcanza la seriedad, coherencia y rigor de los acabados y tratamientos, (y si inciden más de un autor) los roles de incidencia sobre la obra, deben estar bien delimitados, responsabilizándose cada “autor-ejecutor” de la parcela de acción que le corresponde, porque de no ser así, el resultado resulta pobre, inacabado, pueril e insuficiente y tratándose de esta exposición que nos quiere hablar del placer de degustar, “muy soso”.
Pienso que para lograr una buena correspondencia en término de placer, entre los sentidos del gusto y la vista (como según parece es la intención conceptual de esta exposición) el equipo Coca se debió exigir mayor amplitud y rigor en los recursos plásticos de las obras, mejor color, mejor dibujo, mejores acabados, mejores y más atrevidas composiciones, en fin, mejores cuadros. A estos no los veo siquiera colgados en las paredes de un restaurante, cumpliendo una simple función decorativa; quizás para una cafetería o chiringuito de playa, pero no en uno de esos que tenga la categoría de tres o más tenedores. Pues aún siendo representados en cada cuadro los más suculentos alimentos, los postres más dulces y las más deliciosas frutas, si estos no entran por los ojos, sería muy difícil convencer a alguien del placer que nos provocara su sabor. Quizás hubiera sido mejor hablar de “sensaciones” como título de la muestra y no de “placeres”, pues el espectro subjetivo de la experiencia sensorial es mayor y más amplio, ya que como bien se señala en el catálogo de la exposición (a mi entender contradictorio en intenciones) el placer es la ausencia de dolor o de cualquier tipo de tormento: el hambre, el hastío,… Yo prefiero definir el placer más como gusto, sensación agradable, con capacidad de apetecer, o como la plena satisfacción sin impedimento alguno.
Espero al menos que en esta ocasión, los placeres que nos propone el equipo Coca con su exposición, hayan estado presentes el día de su inauguración en la tarde del pasado 24 de marzo con el vino de degustación, pues ya que la exposición no provoca la sensación de placer deseada, al menos que se pueda hablar de lo bueno que estaba el vino. Ese néctar de dioses, que bebido con moderación, resulta ser un gran placer.
No quiero terminar este artículo de opinión, sin hacer antes una merecida mención al anónimo diseñador del catalogo de esta exposición, que ha sabido con arte y buen gusto sacar lo mejor de los cuadros; lástima que luego la realidad haya sido tan distinta y desilusionadora.
La muestra permanecerá abierta hasta el próximo día 9 de abril en horario de 10 a 14 y de 17 a 21 horas. Sábados y festivos cerrados.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez.
El pasado jueves 24 de marzo quedó inaugurada en el centro municipal de cultura de la calle Antonio Maura 4, la exposición titulada “Placeres” realizada por el equipo Coca, la cual permanecerá abierta al público hasta el próximo día 9 de abril.
De al menos “curiosa” podría calificar dicha exposición del grupo compuesto por Concha Daud y Carmen Miralles. La primera, Doctora en bellas artes por la universidad politécnica de Valencia y la segunda, pintora autodidacta y licenciada en psicología clínica por la UNED. Y digo esto, porque si bien la idea que esta exposición recoge, resulta muy singular en su propuesta, la manera de ejecutarla dista mucho de provocar en nosotros ese “placer” al que se hace referencia. Desconozco que tal serán ambas autoras en las artes culinarias, pero si cocinan como pintan, cualquier menú de hospital tendría mejor sabor que los platos que ellas pudieran hacer, y pocos serían los invitados de paladares exigentes, que se pudieran sentar a su mesa para degustarlos.
Quizás la clave de este “insípido” resultado pictórico está, en que (según se refleja en el catálogo de la muestra), ambas inciden de manera directa tanto en el proceso de creación de las obras, como en su ejecución; y esto casi nunca suele traer buenos resultados. Y no es porque piense que la ejecución de la obra deba ser asumida por la especialista del equipo, en este caso Concha Daud, ¡NO!, he visto en estos últimos 20 años en España, a muchos pésimos pintores (lo cual no quiere decir que sea el caso) que ostentaban el título de licenciado y doctor en arte, con una formación insuficiente tanto en el campo de lo teórico como en el de lo práctico, donde cualquier curso a distancia on-line, o bien por correspondencia, hubiera arrojado mejores resultados. Y por el contrario, he visto también a excelentes artistas autodidactas no solo con interesantes propuestas en sus discursos plásticos, si no además con una depuradísima técnica que los hacían merecedores del respeto y el reconocimiento tanto de críticos y especialistas, como del público de arte en general. La cuestión está, en que amparados en esa “originalidad” que tiene hoy en dia el ser “moderno”, cualquier experimento que se haga tanto en lo material (soportes, materia pictórica, aglutinantes, usos de instrumentos etc.) como en las ideas o incluso en los procesos de creación, aparece como condición sine qua non en el arte actual y esta exposición pienso que es un buen ejemplo de ello.
A diferencia de una pieza para piano, la cual puede ser tocada a cuatro manos, e incluso a seis por varios intérpretes, un cuadro, (y no hablo de una acción plástica) solo puede responder a su esencia de pieza única e irrepetible, cuando es ejecutada por un solo autor, solo así esta alcanza la seriedad, coherencia y rigor de los acabados y tratamientos, (y si inciden más de un autor) los roles de incidencia sobre la obra, deben estar bien delimitados, responsabilizándose cada “autor-ejecutor” de la parcela de acción que le corresponde, porque de no ser así, el resultado resulta pobre, inacabado, pueril e insuficiente y tratándose de esta exposición que nos quiere hablar del placer de degustar, “muy soso”.
Pienso que para lograr una buena correspondencia en término de placer, entre los sentidos del gusto y la vista (como según parece es la intención conceptual de esta exposición) el equipo Coca se debió exigir mayor amplitud y rigor en los recursos plásticos de las obras, mejor color, mejor dibujo, mejores acabados, mejores y más atrevidas composiciones, en fin, mejores cuadros. A estos no los veo siquiera colgados en las paredes de un restaurante, cumpliendo una simple función decorativa; quizás para una cafetería o chiringuito de playa, pero no en uno de esos que tenga la categoría de tres o más tenedores. Pues aún siendo representados en cada cuadro los más suculentos alimentos, los postres más dulces y las más deliciosas frutas, si estos no entran por los ojos, sería muy difícil convencer a alguien del placer que nos provocara su sabor. Quizás hubiera sido mejor hablar de “sensaciones” como título de la muestra y no de “placeres”, pues el espectro subjetivo de la experiencia sensorial es mayor y más amplio, ya que como bien se señala en el catálogo de la exposición (a mi entender contradictorio en intenciones) el placer es la ausencia de dolor o de cualquier tipo de tormento: el hambre, el hastío,… Yo prefiero definir el placer más como gusto, sensación agradable, con capacidad de apetecer, o como la plena satisfacción sin impedimento alguno.
Espero al menos que en esta ocasión, los placeres que nos propone el equipo Coca con su exposición, hayan estado presentes el día de su inauguración en la tarde del pasado 24 de marzo con el vino de degustación, pues ya que la exposición no provoca la sensación de placer deseada, al menos que se pueda hablar de lo bueno que estaba el vino. Ese néctar de dioses, que bebido con moderación, resulta ser un gran placer.
No quiero terminar este artículo de opinión, sin hacer antes una merecida mención al anónimo diseñador del catalogo de esta exposición, que ha sabido con arte y buen gusto sacar lo mejor de los cuadros; lástima que luego la realidad haya sido tan distinta y desilusionadora.
La muestra permanecerá abierta hasta el próximo día 9 de abril en horario de 10 a 14 y de 17 a 21 horas. Sábados y festivos cerrados.
Hasta la próxima entrega.
Amaury Suárez.
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